Como somos unas monas de edad avanzada (me refiero a Pseudomona y a mí misma, que Mona-da es un pimpollo)decidimos que nos merecíamos un viaje guay y hemos estado en Egipto. La cosa no empezó muy bien, probablemente porque no me encomendé a Alá, el misercordioso, el compasivo. Nos dijeron que estuviéramos en el aeropuerto tres horas antes de la salida del vuelo, por si había problemas con la seguridad. Nosotros, puntuales como clavos, allí estábamos a las once en punto. Pues nos podíamos haber ido a la pelu o de procesión porque al poco de llegar nos comunicaron que el vuelo salía a las nueve de la noche. Nos llevaron a un cutre hotel del aeropuesrto donde nos ofrecieron un menú como de comedor escolar: macarrones y filete y luego acampamos por los sofás hasta las siete de la tarde en que vinieron a buscarnos. El vuelo se retrasó otra hora más, total, para qué vamos a precipitarnos. La muestra humana que componíamos el grupo llevábamos nuestros sombreros de paja (ya sabéis que hacen de mal guardar en las maletas) pese a que en Madrid llovía a cántaros y hacía un frío pelón. Toda situación es susceptible de empeorar, embarcamos en el peor avión en el que he volado jamás: los asientos estaban pegados, no había sitio para las piernas, olía mal, estaba abarrotado y la comida era repugnante. Para colmo, a las dos de la mañana a un señor le dio un soponcio y empezaron a gritar "any doctor in bord" "any nurse in bord". Por suerte, aunque ofrecí mis servicios, no fueron necesarios y el señor se recuperó.
Llegamos a las cuatro de la mañana a Asuán y, sin pasar por la casilla de salida, nos montaron en un autobús rumbo a Abu-Simbel a tres horas de viaje.
Todo el pasaje entró en coma y nos despertamos en las ruinas del templo, que es impresionante. Ramsés II no era un hombre modesto. Hacía un calor terrible y, aunque ya os he dicho que llevaba el sommbrero, también lucía un bonito jersey verde, muy abrigadito y además se me quemó el cogote. De allí nos llevaron a ver la presa de Asuán (obra de ingeniería 10, interés turístico 0) y a la isla de Agilika a ver el templo de Philae,dedicado a Isis, un lugar encantador y tranquilo.
Luego, por fin, llegamos a nuestro barco, el Salima. Es un barco precioso, pequeño, como para treinta personas. Los camarotes tienen grandes ventanas desde las que ves el Nilo y hay una cubierta con hamacas y piscina. Después del viaje del infierno, estuve a punto de convertirme al Islam para mostrar mi agradecimiento.
Abu-Simbel |
Apréciese el equipo tan inapropiado para el desierto |
Agilika |
Templo de Philae |
Luego, por fin, llegamos a nuestro barco, el Salima. Es un barco precioso, pequeño, como para treinta personas. Los camarotes tienen grandes ventanas desde las que ves el Nilo y hay una cubierta con hamacas y piscina. Después del viaje del infierno, estuve a punto de convertirme al Islam para mostrar mi agradecimiento.
Nuestro camarero se expresa |
Vista desde el camarote |
Que sepas que no pude resistir la tentación de leer Muerte en el Nilo mientras iba en el barco y me sentí la propia Agatha 🙂
Oye, que me olvidaba… en las fotos del crucero por el río pensé en ti como Agatha Christie, navegando y pensando en tu próxima novela de crímenes ;-)))
Aish, he seguido tu viaje por Instagram y moría de envidia… sobre todo con la visita a los dominios de ese señor poco modesto ;-))) Quizás el viaje empezó con mal pie, pero ha sido estupendo. Besos.