Está leído por un cubano, lo que te pone más en situación y, después de haber visitado la Habana, lo he disfrutado más si cabe.
Mario Conde está a punto de cumplir sesenta años, cosa que no le hace ninguna gracia (te comprendo, Mario). Mientras está sumido en estas tristes reflexiones, aparece Bobby, un antiguo compañero de colegio, que ha salido del armario y tiene una larga historia que contarle. Al final le pide que le ayude a encontrar una imagen de una virgen negra que perteneció a su abuelo y que le han robado. Mario Conde acepta y se embarca en una historia mucho más compleja de lo que pensaba. Con la investigación actual se alternan fragmentos de la historia de la imagen, sus dueños sucesivos y nos remontamos a las cruzadas y a Roger de Flor. He disfrutado cada minuto de la novela. Padura nunca defrauda.
