Leí Anna Karenina hace muchos años. Y recuerdo que me gustó mucho, como Guerra y Paz. Soy muy fan de los novelones del siglo XIX. Por este motivo, cuando me enteré de que en Literaktum (un festival literario que se celebra cada año en San Sebastián) había una tertulia sobre la novela seguida de una cena con platos que aparecen en el libro, decidí apuntarme. Y arrastré a Pseudomona, poco amigo de estos actos y saraos, pero muy buena persona. Para poder disfrutar del evento me volví a leer Anna Karenina. Por eso llevo días sin poner comentarios de libros, porque breve no se puede decir que sea.
Me ha vuelto a gustar, por supuesto, pero ha sido una lectura distinta de la primera. Para empezar, la protagonista me parecía bastante cargante. Ya, ya sé que hay que ponerla en contexto y esas cosas, pero aunque me dan bastante pena todos los personajes femeninos que aparecen por esas vidas tan constreñidas que llevan, Anna Karenina y su sublimación del amor romántico, la pasión y esas cosas me irritaba un poco. Comprendo que el conde Vronsky acabe harto de ella. Además, como ya recordaba la trama principal, he prestado más atención a otras partes del libro. Las descripciones de escenas de la vida cotidiana, desde los bailes a los trabajos del campo, las comidas, la política, los discursos ideológicos de los personajes. Y, por supuesto, he comprendido perfectamente que en Rusia se hiciera una revolución ¡qué panda de zánganos!
La tertulia me pareció muy interesante. Slawka Grabowska (qué envidia de nombre...) nos habló de Tolstoi, que era un genio y un hombre no sé si decir malo o loco. Desde luego, a su pobre mujer le dio muy mala vida. Me entraron ganas de leer una novela que escribió Sofia Tolstoi como respuesta a la Sonata a Kreutzer de su marido. En ella daba la visión del personaje femenino. También escribió diarios, aunque no sé si están traducidos al español, averiguaré.
La cena, que queréis que os diga.
Yo esperaba ostras, caviar, champán y vodka, pero nos dieron sopa María Luisa con empanadillas (me lo temía desde que vi aparecer ese plato en el libro), pollo al estragón y un postre que se supone que era la especialidad de Sofía Tolstoi y que podría explicar muchas desavenencias matrimoniales.
Las mesas eran compartidas y en la nuestra había dos chicas rusas que hubieran hecho buen papel en cualquier baile de San Petesburgo, unas chicas jóvenes y unas señoras (el pobre Pseudomona se sentía en franca minoría, pero ya sabéis que los hombres no van a ningún sitio). Os diré que una de las señoras tenía una historia que no tenía nada que envidiar a Anna Karenina. Porque soy una mona discreta, que si no...
Me ha vuelto a gustar, por supuesto, pero ha sido una lectura distinta de la primera. Para empezar, la protagonista me parecía bastante cargante. Ya, ya sé que hay que ponerla en contexto y esas cosas, pero aunque me dan bastante pena todos los personajes femeninos que aparecen por esas vidas tan constreñidas que llevan, Anna Karenina y su sublimación del amor romántico, la pasión y esas cosas me irritaba un poco. Comprendo que el conde Vronsky acabe harto de ella. Además, como ya recordaba la trama principal, he prestado más atención a otras partes del libro. Las descripciones de escenas de la vida cotidiana, desde los bailes a los trabajos del campo, las comidas, la política, los discursos ideológicos de los personajes. Y, por supuesto, he comprendido perfectamente que en Rusia se hiciera una revolución ¡qué panda de zánganos!
La tertulia me pareció muy interesante. Slawka Grabowska (qué envidia de nombre...) nos habló de Tolstoi, que era un genio y un hombre no sé si decir malo o loco. Desde luego, a su pobre mujer le dio muy mala vida. Me entraron ganas de leer una novela que escribió Sofia Tolstoi como respuesta a la Sonata a Kreutzer de su marido. En ella daba la visión del personaje femenino. También escribió diarios, aunque no sé si están traducidos al español, averiguaré.
La cena, que queréis que os diga.
Sofía Tolstoi antes de saber lo que le venía encima |
Las mesas eran compartidas y en la nuestra había dos chicas rusas que hubieran hecho buen papel en cualquier baile de San Petesburgo, unas chicas jóvenes y unas señoras (el pobre Pseudomona se sentía en franca minoría, pero ya sabéis que los hombres no van a ningún sitio). Os diré que una de las señoras tenía una historia que no tenía nada que envidiar a Anna Karenina. Porque soy una mona discreta, que si no...
Sí, a lo mejor hemos perdido el romanticismo, pero ese "morir de amor" no es para mí. Con todo, se sigue disfrutando mucho de la lectura. A ver si consigo algo de Sofía Tolstoi, que me ha llamado la atención.
Pues te leo y se me quitan las ganas de refrescar la lectura de "Ana Karenina" porque la leí hace muchos años y guardo excelente recuerdo. Ahora me da miedo de que la prota me parezca una plasta, como te ha pasado a ti. Este verano, leía "Los hermanos Karamázov" con unos amigos y comentábamos que a los rusos hay que leerlos cuando eres joven, casi adolescente, cuando todavía te arrastra el desgarro del alma. Es que, después, nos pasa que estos personajes arrasados por el amor nos empiezan a parecer cargantes, como tú dices. O igual es que, instalados cómodamente en nuestra vida, nos da mucha pereza sufrir tanto, no sé.
Siempre que en clase damos la revolución rusa, mis alumnos me dicen justo eso, que lo que les extraña es que no se hubiese producido antes, por eso me ha hecho gracia tu frase de los zánganos. Pero sobre todo me he reído con ese plato de Sofía, quizás origen de las desaveniencias conyugales XD