TIEMPOS DE HIELO


Lo malo de ser la fiel seguidora de un escritor es que cuando acabas un libro te toca esperar hasta que publica el siguiente. Y se hace largo. No es que la pobre Fred Vargas tarde tanto como mi venerado Eduardo Mendoza, pero yo me impaciento. Otro problema es que a veces olvidas detalles de los secundarios o de las tramas que continúan de una novela a la siguiente. Me encanta descubrir a un autor y leerme varias novelas seguidas, convertirlo en alguien de mi familia. Ahora, por ejemplo, me había olvidado del hijo de Adamsberg, Zerk. Por supuesto recordaba a Danglard y a Violette Retancourt, a la que quisiera tener a la cabecera de mi cama para librarme de todo mal, pero no me acordaba de los cafés que prepara Estalère, o de las compras compulsivas de comida de Froissy. El universo de la comisaría de Adambesrg es un lugar en el que te quedarías a vivir. En esta ocasión tienen dos frentes abiertos: un antiguo caso de un asesinato en un islote frente a Islandia y unos crímenes en una asociación que reproduce fielmente los personajes y debates de los años posteriores a la Revolución Francesa. A Fred Vargas le gusta poner un punto misterioso, que parece que vaya a rozar lo paranormal, aunque nunca atraviesa ese límite. Bastante raros son todos sus personajes como para necesitar al más allá. Una vez más un placer y una pena que se termine la lectura. Venga, Fred, no remolonees, a por otro.