NUESTROS MUERTOS (MONA JACINTA)


Ya me he leído la última de Rosa Ribas. Qué pronto se acaba lo bueno. Me encanta volverme a meter en casa de los Hernández y tenía miedo de que, después de lo ocurrido en la última novela, estuviesen demasiado maltrechos para investigar. Por suerte no ha sido así, aunque la agencia se ha desmantelado y Mateo trabaja para otra, mucho más cool, en la parte elegante de la Diagonal. Nora da clases en un colegio pijo en Tres Torres y Amalia ha montado su propia agencia con Ayala.

Unos vecinos del barrio le encargan a Mateo la búsqueda de su hijo Armand, un joven y exitoso empresario. Parece un asunto sencillo que puede hacer al margen de su trabajo oficial, pero Lola, que todo lo ve, no está tranquila. De nuevo esta extraña familia a la que tanto aprecio se verá abocada a trabajar en equipo. Nora, que había renunciado a un trabajo para el que está especialmente dotada; Amalia, siempre reivindicando su lugar en el mundo (no me extraña que tenga un nombre que todo el rato se confunde con Amelia); Lola, que produce atracción y miedo, como una cobra; Mateo, siempre intentando cohesionar la familia y la tía Claudia, tejiendo horrendos jerséis marrones (os juro que los veía). También veo siempre el barrio y la casa del indiano, con sus dos plantas, el porche con columnas y ese jardín con las aspidistras que cuida la tía. Es como si los conociera y me preocupo por ellos. Rosa tiene la magia de convertir a los personajes en personas.