Esta entrada vale doble. No solo he leído esta novela, sino que, además, he conocido y presentado al autor en Donostia, en la librería Elkar. Para quienes no lo conozcáis, Jokin Azketa es escritor y un apasionado de los viajes y la montaña. De hecho, sus inicios en la escritura fueron en la revista Altaïr, y precisamente hablando de la Patagonia, donde transcurre su actual novela. Tiene otras tres publicadas antes: Donde viven los dioses menores, Lo que la nieve esconde, que fue premio Desnivel del 2013 y El tiempo del vacío. Todas tienen que ver con la montaña. En La vida en la punta de los dedos el paisaje de los Andes es el marco de la historia. El Chaltén es un pueblo a los pies del impresionante monte Fitz Roy. La desaparición de unas niñas tiene a los vecinos angustiados. Norman Scarf, un famoso escritor, acude al lugar con la idea de averiguar qué sucede y utilizarlo para un nuevo libro. Vamos siguiendo al protagonista y conocemos a los habitantes del Chaltén: el alcalde, preocupado porque la mala fama afecte a El Chaltén; un policía honrado, que no se conforma con tener un culpable y tiene dudas; una maestra que observa a las niñas como un naturalista; un montañero paralizado ante una hazaña imposible; una hermosa mujer triste; unos padres angustiados... Las piezas del mosaico van encajando y las niñas se nos presentan como víctimas inocentes de los problemas de los adultos.
Me gustó la novela y me gustó tener la oportunidad de charlar con Jokin. Nos contó muchas cosas interesantes sobre la importancia de la naturaleza en sus obras; sobre el personaje de Norman Scarf, un hombre con algunas ambigúedades morales que veremos en más novelas. También sabemos que le gustaría tener la oportunidad de escribir una novela pasando un invierno en una localidad como El Chaltén, aunque por ahora se tiene que conformar con viajes y cuadernos de notas. Le preocupa ser fiel a la realidad y conseguir que el lector vea el paisaje, incluso tiene un mapa detallado al lado mientras escribe. En resumen, si os gusta el monte, os encantará, y si no sois montaraces, tenéis la ocasión de viajar a la Patagonia sin moveros del sofá.