¡Cómo he sufrido con esta novela de mi admirada Rosa Ribas! Con lo que yo aprecio a la familia Hernández y lo refatal que se lo hace pasar la autora en esta novela. No sé si puede haber más historias de esta serie, en la siguiente necesitaría una explosión nuclear para aumentar el nivel de intriga y preocupación que nos ha causado. Y eso que parecía que estaban mejor. Nora estaba de vuelta en casa, sin contar a sus padres dónde había estado; las hermanas trabajan juntas en un caso, y a Marc le encargan averiguar por qué se suicidó una adolescente. Este encargo será el desencadenante de problemas que los Hernández no podían ni imaginar. Aunque los padres de la joven deciden echarse atrás en la investigación, Marc ha descubierto algo tan alarmante que decide continuar por su cuenta.
Me encantan todos y cada uno de los personajes: Mateo, con el mundo sobre sus hombros; Amaia, buscando su lugar en el mundo y en la agencia; Nora, que carga con la maldición de las mujeres Obiols; Marc, buscando desesperadamente la aprobación; Ayala, que me parece un refugio estupendo para Amaia, Lola, tan inquietante que produce atracción y miedo a partes iguales. Me gusta incluso la tía Claudia, que pese a ser un personaje secundario tiene mucha presencia. Tengo la sensación de que he estado en la casa del indiano, que conozco a esta gente de algo. Se quedan conmigo durante días cuando termino el libro. Qué suerte que haya escritoras como Rosa Ribas...